Gallofa # 1 Pagodas



Gallofa = f. Cuento de poca sustancia.

I.

PAGODAS

En un lugar de mi cuarto, cuyo espacio no llego a ubicar, subsisten memorias (prefiero “memorias” a “recuerdos”) que se asoman de repente y por más que quiera recorrerlas, la actividad cotidiana me lo impide. Hoy no. El descanso estival coincide con la evocación y me dispongo a catarlo, como se hace con un vino, con un perfume, con una sonata. Y es que caigo en la cuenta que son las tres de la tarde. ¡Todos los días hay un “tres de la tarde”! y es que a esta hora las campanas de San Cristóbal invocan la hora de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, el rezo de la “Coronilla” o como en mi caso, un quizá rezo cósmico, si así le pudiéramos llamar, a ese momento especial y personal persistente en mi memoria.


Eran las tres de la tarde. En el viejo tocadiscos giraba el elepé de acetato negro. Sviatoslav Richter intepreta a Chopin y Debussy. Debussy, lindo nombre. Ya lo había leído en algún otro disco y hasta no me había atrevido a poner “El preludio a la siesta de un fauno” ya que a los doce años el oído me estaba "durito" para esas cosas. Pero bueno, el título me era inquietante: "Pagodas"… y con ello estampas de países lejanos y exóticos.

Eran las tres de la tarde. La hora de la siesta y del calor. Tumbado, la parte frontal de mi cuerpo, mi panza y mis brazos, se refrescan con las losetas blancas de veteados grises y puntas rojas. "Pagodas". Ni una sola hoja se mueve, no hay viento, un zopilote planea en el cielo, mientras el sol revienta en el muro y el resistero entra al cuarto y yo, tendido, refrescado, escribo mi tarea, ya que no aguanto estar sentado frente al escritorio con este calor.

Eran las tres de la tarde. Van los sonidos musicales, uno a uno, como susurrados, pintando (luego entendería lo que era el “estilo impresionista”) siluetas lejanas sobre un lienzo de luz vespertina, con calor, frescura, silencio, azul cielo con esponjosas nubes como grandes ovejas que se desdibujan siendo tal vez lo único que se mueve en la tarde. "Pagodas", piso fresco, azul cielo, en aquellos días en que uno se va desvistiendo de la niñez.

Son las tres de la tarde. El disco de Richter debe estar en algún lado… me da pereza buscarlo pero ahora está el "youtube". ¿Será que alguien lo ha subido a la red?...

Son las tres de la tarde. A las primeras notas, aunque ropa que nos queda ya muy chica, me vuelvo a vestir de aquellos tiempos… Regresa el muro blanco coronado del limonero vecino, ahora desaparecido y sustituido por heliconias veleidosas. Regresa el azul cielo, hoy prístino pero deslavado, que vuelve a poblarse de algodonosos rebaños y gracias a los vacaciones escolares, curiosamente la calle no suena estrepitosa y solamente se escuchan las aves locales, suplicando agua y sombra. Basta con las aves para adivinar de nuevo los secretos jardines interiores de las casas viejas del centro, y digo secretos, ya que son como remansos escondidos del ruido de los autobuses, coches y motos.

Son las tres de la tarde. Y ante la rememoración me invade el deseo de recostarme de nuevo sobre el suelo fresco. Tumbado, la parte frontal de mi cuerpo, mi panza y mis brazos, se refrescan con las losetas blancas de veteados grises y puntas rojas. "Pagodas". Ni una sola hoja se mueve, no hay viento, un zopilote planea en el cielo, mientras el sol revienta en el muro y el resistero entra al cuarto y yo, tendido, refrescado… reposo mi barba blanca sobre el piso…

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