Aventuras geográficas (9) El país más extraordinario que el sol visita en sus rondas (10/15)










El país más extraordinario que el sol visita en sus rondas (10/15)

19 de abril de 2017
Jaipur-Agra

Hoy dejaríamos la "Tierra de Reyes", que es lo que significa el nombre del estado de Rajastán, y pasaríamos al estado de Uttar Pradesh, no sin antes hacer varias paradas durante el día. Me levanté temprano como de costumbre y subí a desayunar en la azotea, dispuesta muy adecuadamente para funcionar como comedor del hotel. Para las 8:30 nos despedimos de la familia de Nari, la cual celebró que estrenara la kurta naranja con motivos indios que me obsequiaron la noche anterior  y comenzamos el día.

Pasamos de nuevo por el Hawa Mahal, el palacio de los vientos, que a esa hora resplandecía en su coro de ventanas rosa-anaranjadas, color que me recordaba los tonos del zafiro padparadscha que puede variar desde un salmón con un tono rosado hasta un tono naranja. Luego nos detuvimos en contemplar el Jal Mahal, un palacio edificado en el siglo XVIII en medio de un lago de Jaipur. Hermoso con la luz de la mañana reverberando sobre el agua. No se tiene acceso a él. Después nos dirigimos al fuerte Amber, a las afueras de la ciudad. Como ya comenté la ventaja de viajar en este mes, fue muy práctica la visita, comenzando con no tener que esperar para montar el elefante que te sube al fuerte. Con esto de los paseos en camello o elefante, me da un cierto sentimiento encontrado, ya que aunque uno tiene el ánimo de la experiencia, no deja uno de reflexionar sobre lo que implica estas domesticaciones o explotaciones animales para los turistas. Ya arriba en el fuerte, nuevamente uno se maravilla de la arquitectura india. De mis hermanos arquitectos he aprendido a lo que ellos llaman "sentir el espacio" y  a apreciar conceptos de proporción, luz, ventilación, intenciones estructurales y de cómo un espacio te habla. Nuevamente vuelvo a conjeturar sobre la interacción de la construcción con el paisaje, su diálogo con el entorno. Los jardines me encantaron y de nuevo constato que era la época de los jazmines, que a esa hora, empalagaban el aire.

Ya desde el día anterior le había comentado a Lashkman que si en el camino nos desviábamos un poquito (como una media hora, cuarenta minutos) para ir a Abhaneri. No objetó nada y gustoso me dijo que sí. Es así que para las 13:30 me encontraba en un pueblo no muy atractivo en sí mismo. Atraviesas una reja, entras a una especie de arcada, no hay gente y después de pagar la entrada te encaminas hacia donde proviene más luz. De repente giras y se abre un enorme pozo de agua, con trece pisos de escalinatas hacia el fondo. Te sientes como en un grabado de Escher. Luego cuando describí y mostré las fotos a los amigos, me contaron que era un escenario de una película de Batman ¡lo que viene uno a saber! Y comento otra vez. India tiene un patrimonio increíble.

Paramos en Fatehpur Sikri como a las 4 de la tarde. Erigida por el emperador mogol Akbar entre 1571 y 1582 fue capital del imperio por 14 años. Luego fue abandonada. Está muy cuidada, tiene un parador para turistas, lo que denota su explotación para el caso, y desde el cual tienes que tomar un tuk-tuk para subir y bajar. Es monumental, es una especie de ciudadela (me recordaba la intención de Versalles, de que un gobernante se crea su propia ciudad) con edificios públicos y privados y diría que aquí no se paraba por amplitud. Si, ya sé que en todas las guías dicen que abril es el peor mes para visitar India, pero es que es una maravilla estar solo merodeando y disfrutando los espacios, los pasillos, los interiores donde estas tú y a veces unos diminutos murciélagos protegiéndose del calor y el resistero.

En menos de una hora y ya entrábamos a Agra. Por la proximidad a Nueva Delhi, la capital de India, ya se veía ese tipo de urbanización global. Entroncamos con una autopista y con más tráfico de lo habitual que habíamos tenido en las carreteras de Rajastán, llegamos a Agra. Eran las siete de la tarde, el sol caía y pronto vendría la hora azul. Por lo que deducía (es que siempre me estudio los mapas) el hotel estaba unas cuadras del Taj Mahal. Era una pequeña zona hotelera y el hotel era moderno, de no muchas habitaciones, pero muy bien ubicado. Ya me hubiese gustado llegar al Oberoi Amarvilas, que estaba como a una cuadra del mío, y que sus vistas hacia el Taj Mahal son espléndidas, pero mi low-budget no me lo permitía. Hice mi check-in y subí a dejar mis cosas. Cierta intuición me hizo buscar la parte más alta del hotel. En la azotea había un restaurante-mirador y ahí estaba, como un botón de rosa blanca, la cúpula del Taj Mahal, o como mejor lo definía Rabindranath Tagore "una lágrima de mármol en la mejilla del tiempo"... y apareció la mía, líquida y efimera...

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