Aventuras geográficas (9) El país más extraordinario que el sol visita en sus rondas (9/15)






















El país más extraordinario que el sol visita en sus rondas (9/15)

18 de abril 2017
Bikaner- Jaipur

Me despertó el canto de los pavos reales del jardín del maharajá de Bikaner. En realidad no es un canto, es un graznido, todo lo hermoso del ave, lo feo que es el sonido que emiten. Pero tengo que reconocer que no eran cualquier pavo, ni en cualquier jardín., ni cualquier dueño y eso le añadió un aire de romanticismo. Era muy temprano y la mañana estaba clareando por lo que salí a merodear. Subí a los techos y ahí admiré la salida del sol, luego bajé a la entrada del palacio y regresé al inmenso jardín que la noche anterior había recorrido en tuk-tuk, hasta la entrada del complejo donde nos habían parado y aprecié su construcción así como un reloj que lo coronaba. Hacia esa parte había una estatua de Lal Singh, padre de Ganga Singh. Claro por eso el nombre del palacio era Lalgarh.

Salimos para Jaipur. No iban a ser tantas horas como las anteriores, solamente unas seis horas. En el camino Lashkman me siguió platicando sobre su familia, sobre su hijo odontólogo, de sus demás familiares y tantas cosas para pensar desde el corazón. Ya pasadas las dos la tarde llegamos a Jaipur, la ciudad rosa. Cada ciudad visitada correspondía con un color: Udaipur, blanco; Jodhpur, azul, Jaisalmer, dorado y Jaipur, rosa. Para recibir a Jorge V, en aquel momento Príncipe de Gales, se pintó toda la ciudad de esa color rosa, que en Mérida diríamos de "crema morisca".

La primera parada fue el Jantar Mantar, un parque-observatorio construido por el maharajá Jai Singh en 1728, quien era un gran aficionado a la astronomía. Me esperaba un guía para la visita de la ciudad. Las cuerpos escultóricos construidos en su interior estudian el movimiento del sol y no recuerdo si de la luna también, ya que hay un espacio dedicado a las constelaciones, en donde localicé mi signo zodiacal. Es impresionante porque está todo el cosmos puesto en la tierra, y la relación cosmográfica y matemática la estás viendo, cómo se mueven las sombras, cómo te dan una hora con exactitud en segundos, en marcas establecidas en piedra, mampostería o mármol. Yo no iba con expectativas y resultó una clase de ciencias. El guía me hizo el comentario, sabiendo mi procedencia, que igual la India se disputa la invención del cero, así como los mayas. India ha dado grandes aportaciones a la ciencia y las artes.

Luego caminando llegamos al palacio real de Jaipur. Puedo decir que era el menos magnífico de los que hasta el momento había visitado, pero tenía su encanto. Llamóme la atención en uno de sus espacios, dos grandes ánforas de plata que servían para contener aguas del Ganges... que estaba a muchos kilómetros de distancia.

Ya desde que entramos a la ciudad pasamos por el más emblemático de los edificios de la ciudad, el palacio de los vientos o Hawa Mahal, con su fachada de decenas de ventanitas. En Udaipur ya había visto un elefante en la calle, pero para elefantes Jaipur. Udaipur y Jodhpur están más relacionadas con caballos, Jaisalmer y Bikaner con camellos, pero en Jaipur son los elefantes. Volvimos a pasar frente al Hawa Mahal de camino al Birla Mandir, templo hindú construido en 1988 todo de mármol blanco. Ahí si ninguna foto pude tomar. Y tan me llamaba la atención la limpieza de sus líneas y cuidadas proporciones, como las decenas de matas de jazmín que con un calor de 40º C estaban llenas de flores. Luego nos dirigimos a la agencia de viajes (recordar que era de aquí) para liquidar lo que restaba del pago del viaje. Estaba en un barrio con muchos puestos en la calle, en un segundo piso, en una oficina de un solo cuarto. O eso me pareció.

El día terminó en el hotel de Nari. Es una casa adecuada como hotel-boutique muy bien puesta. Me parece que son unos 5 cuartos, pero para ese entonces yo era el único huésped. Parte de las atenciones de ese día consistía en una cena de comida típica en su casa, que estaba aledaña al hotel. El padre de Nari estaba enfermo en Bombay, por lo cual no lo conocí, solamente a su madre, esposa e hijo. Como manera de expresarle mi agradecimiento por haber confeccionado tan bien el viaje, le llevé desde México una caja de jabones de flor de azahar. La esposa muy amablemente me obsequió una kurta de algodón en color naranja, que hasta la fecha la tengo.

No puedo decir que todas las noches terminaba cansado. Más bien acelerado. Y es que eran tanto ese "absorber como esponja" todo lo que transcurría durante el día, lo que aprendía, lo que disfrutaban mis sentidos y mi imaginación, que algo me mantenía como un motor a tiempo que solamente era cuestión de apagarle el switch. Estaba en un tercer piso y mi balcón daba a la calle. Me puse a observar, a mirar a lo ancho y largo. Era una barrio de Jaipur relativamente joven, por las construcciones diría que como de 50 años  a lo más. Las calles, donde pasarían solamente dos coches, eran de tierra apisonada. En la esquina jugaban los niños mientras un perro ladraba desde el jardín de una casa; en otra había un señor ya mayor con la que parecería su hija, sentados tomando el fresco; un taxi pasaba y dejaba como a cinco que se bajaban de él. La vida tal como es, no es muy distinta, estés donde estés. Y el calor nocturno, igual como el de Mérida, me parecía tan acogedor, como en casa.


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