El país más extraordinario que el sol visita en sus rondas
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13 de abril 2017
Guangzhou-Nueva Delhi-Udaipur
Pues no me despertaron de la recepción, pero bastó con los
despertadores del celular y del Ipad. Otro buen regaderazo y la emoción de
seguir viajando no dejó, que a pesar de las pocas horas de sueño en el hotel,
me sintiera cansado. Bueno, en realidad como duermo en los aviones, y vaya que
hubo horas para hacerlo, pues no tengo problema y lo del jetlag, la verdad, me
hace los mandados… es que con dormir bien en el avión está resuelto.
Pues nada, subirse al camioncito, regresar al aeropuerto y
hacer check-in, migración, etc. Y esperar. Me llama la atención que la sala de
abordaje contigua es para Manila ¡ahh qué recuerdos de ese país! De repente, un
anuncio en la sala. ¡Que el vuelo a Nueva Delhi sale con retraso!
¡QUUUUUUUUUÉEEE Otra vez! (¡ya no vuelvo a viajar en esta aerolínea!) Y empieza
el sufrimiento de nuevo. Y a rezarle a cuanto santo y manda por hacer. Creo que
dijeron que una llanta estaba ponchada o yo que sé, yo lo que quería era ya no
tener que cambiar por tercera vez el vuelo a Udaipur y ya veía que perdía el
día de Udaipur o todo se iba al garete del tour planeado con tanto tiempo y
gusto. Y la verdad, Udaipur era la ciudad que más expectativas me suscitaba. El
caso, es que después creo que de una hora u hora y media, nos trepamos a la
nave y ¡dale piloto, métele al acelerador! Casi seis horas de vuelo, pero
dentro de todo, disfrutando ver el mapita de la pantalla del asiento delantero,
recorriendo la mitad de Asia. ¡Una gozada!
Aterrizamos
en el aeropuerto internacional Indira Gandhi de Nueva Delhi. ¡Tenía una hora
(creo hasta menos) para abordar el vuelo de IndiGo (una aerolínea low-cost)!
Tenía la ventaja de viajar con equipaje de mano, de haber tenido equipaje
documentado, no llegaba. Abrieron la puerta del avión y salí como tapón de
sidra. Uno desarrolla en esos momentos una especie de radar de murciélago para
saber a dónde ir. A ver, Marito, tú fíjate en las señales de equipaje y
migración ¡y corre! ¡Gracias diseñadores gráficos! El pasillo era muy ancho y
larguísimo, no veías cuándo acababa. Corrí y corrí y las ruedas de mi maletita
yo creo que ni tocaban el suelo. El pasillo era eterno… ¡claro! Si es el
aeropuerto de un país inmenso.
Por
fin se acabó el pasillo, llego a migración y ¡colas enormes! Me fui directo al
guardia de una de las colas y en esos momentos hablas hasta en chino y
esperanto, así que mi inglés jamás había sido tan fluido y ágil que nunca. Creo
que fue tal mi desesperación y vehemencia que rápido el guardia me pasó a que
me dieran el sello de entrada, ¡viene el sello! y otra vez a correr ¿pero a
dónde? Otra vez el instinto Batman, el travelradar, te impulsa a buscar dónde
hacer el check-in. Y el reloj corriendo…
Llego
a documentar, bueno, a que me dieran el paso de abordar, no recuerdo bien si no
había nadie o esperé uno o dos pasajeros… y la chica me dice que no alcanzo el
vuelo. Otra vez hablas como si tuvieras don de lenguas: “-Mire señorita, Ud.
deme el pase de abordar, si llegué maravilloso, si no, es mi problema, mire
solamente llevo equipaje de mano”. Creo que fue tal vez de nuevo mi asertividad
(¡ah! porque además, ni molestarte, que llevas las de perder con la gente) que
¡pum! imprimen el pase. Y le digo ¡y ahora ¿por dónde? El aeropuerto es enorme.
En eso un chico que estaba detrás de ella, me dice ¡Sígame! Pasamos seguridad
brincando quién sabe a cuántos y después me dice ¡Por aquí! Y que nos metemos a
los pasillos del personal del aeropuerto, un laberinto, él corría adelante y yo
atrás como si estuviéramos en maratón, en eso salimos al pasillo-gusano para
abordar el avión, me señaló que siguiera, yo jalé del bolsillo unos dólares, le
dí las gracias y seguí corriendo. Entré y atrás de mi cerraron la puerta.
Cuestión de segundos. El avión se elevó y después de una hora y algo más, y de
estarle oyendo todas las tripas al avión, un 737 que me pareció algo antiguo,
aterrizó en Udaipur.
Serían
como la una y media de la tarde. De acuerdo a mi itinerario original, debía
haber llegado a las nueve de la mañana. Bueno, pero ya estamos. Salí y me
esperaba Lashkman, quien sería el conductor del auto que renté por varios días,
un carrito blanco, lástima, no recuerdo el tipo de coche. Dos sorpresas: me
recibió con un collar de rosas (las de la foto del perfil del blog), costumbre y
detalle muy agradable para recibir a un visitante y la otra es que me encaminé
para subir adelante del auto del lado derecho, pero claro, es como en
Inglaterra, ahí va el conductor. Recordé que India fue parte del Imperio
Británico.
La
sugerencia era no ir al hotel, ya que me esperaba un guía para comenzar la
visita de la ciudad, sugerencia en la que estaba completamente de acuerdo, me
moría de ganas de ver la “Venecia de Oriente” (bueno igual dicen de una ciudad
china). Y es que la ciudad tiene unos lagos que la convierten en la ciudad más
romántica de India, con sus palacios reflejados principalmente en el lago
Pichola. La primera visita fue al complejo de palacios del Maharajá de Udaipur
que de hecho sigue viviendo en él, pero dispone partes abiertas al público.
Patios y arcadas de arquitectura india viendo hacia el lago, el calor intenso y
el sol brillante hacían que me sintiera como en una detención del tiempo a la
vez que tienes todos los sentidos a mil, en su 100% de percepción y absorbiendo
todo como una esponja (así digo) y es que sientes que estás tan en el cogollo
de la existencia. Para mí era emocionante estar en Udaipur, en un espacio como
te imaginabas que así sería India.
Luego
me llevaron a subirme a una lancha para un paseo por el lago Pichola. Yo era el
único extranjero en el barquito, había otra familia de India y estaban igual,
por lo que percibía, encantados con la ciudad ¡Y quién no! En medio del lago
hay otro gran palacio en mármol blanco que quien conoce la saga de James Bond
lo reconocería, creo que “Octopussy”, se filmó en ese edificio. Es un hotel de
super lujo, e igual tienen eventos y bodas. De hecho el guía me dijo que un
mexicano (me reservo el nombre) había realizado no hacía mucho, no recuerdo si
una boda o una fiesta. ¡De lo que te vienes a enterar! Al regreso nos fuimos al
templo Jagdish, en el centro de la ciudad y ahí empiezas a habituarte a eso de
quitarse zapatos, respetar ciertos entornos sagrados y demás. Paredes esculpidas primorosamente, del piso al techo, con un ritmo y proporción admirable. Luego nos fuimos
a comer a un restaurante y ya cayendo la tarde (es abril y anochece tarde)
terminamos el día en Sahelion
ki Bari, un gran parque de la ciudad, con fuentes (curioso que las pinten de colores), esculturas de elefantes en
mármol y estanques con lotos. Había una fuente que llamaban “del monzón” que sus
chorros al caer imitaban el sonido de esas fuertes lluvias que empiezan en
junio.
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