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El país más extraordinario que el sol visita en sus rondas (3/15)
12 de abril 2017
Guangzhou
Después de haber haber cruzado la línea internacional de
cambio de fecha, por lo que ya era 12 de marzo, de casi 13 horas de vuelo, con
lo que llevaba 20 horas de viaje total en avión, por fin aterrizamos en
Guangzhou.
Todo súper organizado, como estaba de tránsito a un tercer
país, no requerí visa china, pero de todas formas pasas migración. Te suben a
un camioncito para llevarte al hotel y aunque ya era de noche y ya me empezaba
a sentir cansado, no por eso dejaba de disfrutar y absorber todo como una
esponja. Miraba por la ventana y observaba las amplias avenidas aledañas al aeropuerto, las señales de
tránsito en chino, la gente dentro de los autos que pasaban al lado de mi vehículo, gente que ves una vez, por unos segundos y que no volverás a ver en tu vida. ¿Quiénes eran, qué historias tendrán, cuáles serían sus sueños, nos llevaríamos bien? Y por otro lado caía en la cuenta... si, estaba al otro lado del mundo. ¡Qué maravilla de la
tecnología y de nuestros tiempos!
El lobby del hotel era enorme, es que en China todo es en
escala monstruosa. Me dieron un cuarto amplio, tipo suite y muy cómodo, en ese
tipo de gusto tirando a ostentoso que yo llamo “cheap luxury”. Y no es que
llegue a hoteles de lujo, para nada. Como a las 4:30 de la mañana pasaría el
camioncito de nuevo por mí y otros pasajeros en el mismo caso que yo, para
regresar al aeropuerto. De nuevo a poner los despertadores del celular y el
Ipad y pedí a la recepción del hotel que me despertaran. El baño era como una gran pecera dentro del
cuarto y aunque viajaba solo, cierto pudor hizo que bajara las cortinas
electrónicas. Ya limpito y fresco, preparé la ropa para el día siguiente y me
acosté. Esto mismo ya debía estar haciéndolo en Nueva Delhi, ¡uufff! Un día
menos en India ¿qué más vendrá? pero bueno, mañana Dios dirá.
Caí como piedra no sin antes pensar que era una lástima
pasar por esta ciudad y no haber podido ver un poco de ella. A orillas del Río de las Perlas,
que desemboca con Macao y Hong Kong a un lado y a otro, decir
Guangzhou no me decía tanto como su nombre en español, Cantón, y venía a mi
mente el restaurante Kon-Tiki de comida cantonesa en la avenida Colón (creo el
primero de su tipo allá por mi infancia y aún en funcionamiento) y las sagas de varias familias chinas
asentadas en Yucatán a principios del siglo XX. Si lo vieran ahora, la modernidad de este país no es un
cuento chino.
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