Ad maiorem Dei gloriam... Ignacio de Loyola


El 31 de julio se festeja al santo Ignacio de Loyola (Azpeitia, 24 de octubre de 1491 - Roma, 31 de julio de 1556). Fundador de la Compañía de Jesús (jesuitas), tiene en su biografía un interesante camino de conversión y de encuentro espiritual cuyo legado llega hasta nuestros días a través de sus Ejercicios espirituales.

No solamente es cautivadora la experiencia espiritual que vivió, sino que su carisma es tan contemporáneo como en los inicios de la existencia de la Orden. Los jesuitas han aportado a la humanidad relevantes conceptos teológicos, investigaciones en el orden de la ciencia y manifestaciones notables en el arte (recordar su presencia en el arte barroco). Fundamentados en el concepto de "la misión", su participación en diversos ámbitos del quehacer humano (ya sea en la educación, sociología, teología y hasta en los medios de comunicación, entre muchos otras actividades) nos plantea que la vida espiritual tiene una razón de ser en medio de nuestro mundo agitado, tecnológico y hasta superficial y existencialista.

Ignacio y los jesuitas nos invitan a que las preguntas existenciales pueden tener un fin último y que pueden tener un sentido en nuestra cotidianidad, cuando visualizadas desde el interior y discernidas, se proyectan hacia los demás y encarnan el "cogollo", el centro del hic et nunc (el aquí y ahora) ignaciano. Y que nuestras obras y aspiraciones solamente tienen un fin último, como el mismo Bach expresaría siglos después, que nos da un sentido a la vida y a la vez son "para la mayor gloria de Dios " (A.M.G.D, Ad maiorem Dei gloriam)

Ignacio y los jesuitas podrían generar una frase similar, viendo su fantástica labor, como que existen para la mayor gloria de los hombres, donde por supuesto, también encontramos a Dios.

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